jueves, 25 de marzo de 2010

El Catastro de Ensenada. Cifras y datos.

A lo largo del siglo XVIII se pueden medir las tendencias del crecimiento demográfico a través de los censos que se fueron elaborando En 1712 la población se fija entre los 7,5 y los 8 millones de habitantes. El censo del Conde de Aranda, de 1768, la establece en 9,5 millones, el del Marqués de Floridablanca, el primer censo moderno de España en su totalidad, en 1787 en 10,5 y al finalizar el siglo, en 1797, el censo de Manuel Godoy establece una población que rebasa los 11 millones de habitantes. Se puede afirmar que desde 1708 a 1808 la población española aumenta en 4 millones de habitantes.


En 1768 el número de nobles según el censo de Aranda era de 722.000 de una población de 9,5 millones de habitantes, en 1797 desciende a 400.000 en una población de unos 11 millones, lo que supone entorno al 4% de la población.


La densidad de población da cifras de entre 16 y 17 habitantes por kilómetro cuadrado cuando la media en Europa se sitúa en los 44 habitantes por kilómetro cuadrado en Italia y en Francia de 34. Esta densidad en Castilla era poco más de la que tienen en la actualidad las provincias de Cuenca y Teruel que son las dos provincias más despobladas.


A mediados del siglo desaparece la relación que se estuvo dando en el siglo XVII que unía mala cosecha con enfermedades mortales generalizadas.


Hacía finales de siglo, cuando se realizan los censos de Floridablanca en 1787 y el de Godoy en 1797, el número de campesinos se estima en 1.860.000, según datos del censo de Floridablanca y en el de Godoy el número ha descendido a 1.671.000, que se reparte en 364.000 labradores propietarios, 507.000 arrendatarios y 800.000 jornaleros. Este descenso de la población rural se deba al aumento de las actividades mercantiles e industriales en las ciudades.


En el siglo XVIII se cuantifican en España 22.000 pueblos de los que 10.600 son de señorío secular, 2.200 de señorío eclesiástico y 9.200 de realengo. Igualmente aparecen en los datos catastrales muchos despoblados.


GANADERIA. A finales del siglo XVIII se estima que existían 214.000 mulas en las tierras de Castilla, poco para los 2.000.000 millones de labradores censados. El número de caballos podía ser de 230.000 y el asnos de 237.000.


Con relación a otros tipos de cabañas ganaderas y con datos pertenecientes a censos de 1797 se calcula que el número de ovejas, para el total del territorio español, era de 11.700.000, el de cabras de 2.500.000, el de cerdos de 1.200.000 y el de bueyes de 1.650.000 cabezas.


Las cabañas de ganado se clasificaron en la documentación catastral en ganado mayor, que incluye bovino, caballar, mular y asnal y ganado menos que abarca cerdos, ovejas y cabras. Las actividades ganaderas suponían el 15% de la renta generada en Castilla.


Se contabilizan dos millones y medio de cabezas en 1512 y hasta tres millones y medio en 1526, fechas que marcan los años de mayor desarrollo de la Mesta. El reinado de Fernando VI es uno de los últimos momentos de prosperidad de La Mesta.


En 1797 el número de labradores propietarios es de 364.514, el de arrendatarios 507.423 y el de jornaleros 805.235. Estos datos ponen de relieve la situación de la propiedad en el campo español donde la masa de jornaleros y agricultores no propietarios seguía siendo mayoritaria y suponía el 78,26% de la población agrícola.


En el reino de Castilla se concentra el 80% de la población total de la península, que tiene un crecimiento continuo a lo largo del siglo XVI. La expansión se detiene a finales del siglo XVI con las grandes pestes de los años 1598 a 1600, que causan la muerte de medio millón de personas. Después de esta catástrofe no se recuperan las pérdidas y la población no dejará de decrecer, con lo que se empieza a desarrollar una crisis que ya se adivinaba desde el año 1580.


La renta comercial se evaluó en 139 millones de reales u los beneficios industriales en 45 millones. Los ingreses totales para todos los individuos ocupados en oficios de las administraciones ascendía a 79,5 millones de reales.


Durante el siglo XVII se dieron largos ciclos de perdida de cosechas, hambre y epidemias que causaban graves alteraciones demográficas, sin olvidar que las pestes y las enfermedades actuaban sobre una población con una malnutrición crónica. Castilla perdió, a finales del siglo XVI y comienzos del siglo XVII, entre 1596 y 1602, entre 600.000 y 700.000 habitantes por uno de estos ciclos. La peste bubónica de estos años se calcula que supuso una mortandad de 500.000 personas. A estas pérdidas de población por catástrofes médicas hay que añadir la pérdida ocasionada desde 1609 por la expulsión de los moriscos.

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